Todos hemos oído hablar alguna vez de los radicales libres, y siempre hemos tenido claro que buenos no son, vamos a tratar de aclarar esto.
Los radicales libres son átomos o moléculas que contienen oxígeno y que presentan un electrón libre en la órbita externa. Lo normal es que las moléculas estables poseen electrones en parejas.
Pero cuando un electrón no se empareja con otro, se vuelve muy reactivo e inestable; buscara otro electrón para emparejarse con él. En el proceso de captación de la pareja, se produce una reacción molecular, en la que otra molécula puede convertirse en otro radical libre y perpetuar el proceso. Aunque los radicales libres tienen una vida muy corta (del orden de una milésima de segundo), son tremendamente reactivos (un radical libre puede dañar un millón de moléculas durante este proceso) cada vez que un radical libre toma otro electrón, crea pequeños agujeros en la pared celular, lo que modifica la química de las mitocondrias (la fuente de energía de las células).
Si se multiplican estos daños diminutos por los millones de radicales libres que crea el organismo cada segundo, es fácil estremecerse ante la expectativa: literalmente nos oxidamos. Por fortuna entran en juego nuestros sistemas de protección exógeno y endógeno, también llamados antioxidantes. No podemos acabar con todos los radicales libres, ya que muchos de ellos forman parte de sistema biológico normal de la vida, pero si frenan el envejecimiento precoz y muchas enfermedades.
Todo esto suena muy complejo pero vamos a poner un ejemplo para entenderlo de manera fácil.
El ejemplo del oxígeno como elemento oxidativo lo podemos apreciar cuando troceamos plátanos o manzanas, al cabo de pocos minutos comienzan a tomar un tono marrón en la superficie, es una muestra de la oxidación, para conseguir que la fruta mantenga un buen aspecto y no se oxide basta con añadirle unas gotas de limón, que contiene un potente antioxidante LA VITAMINA C (ver artículo publicado LA MAGIA DE LA VITAMINA C)